Franchesca Jara: «confiar en mí, me ha llevado lejos»

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Franchesca Jara en la actualidad.

Cuando eres niño tienes muchas cosas a favor: juguetes, abrazos, risas, amor y más; todo eso tuve yo también, pero como no todo puede ser felicidad algo en mí no estaba “bien”. Luego de cuatro embarazos anteriores, es decir, cuatro hermanos antecediéndome, mi madre se encontraba nuevamente embarazada, estaba embarazada de mí; su esperanza era grande, no solo porque nuevamente sería mamá sino porque esta vez al fin tendría una hija; luego de cuatro niños, al fin tendría una niña. Ni siquiera sé cómo pudo asegurar eso porque hace 52 años atrás, ni la tecnología ni la cultura misma prestaba para saber a ciencia cierta que tendrías, niña o niño; pero mi madre me dijo haber jurado que yo sería mujer; así de amplia fue su convicción que todo lo que había comprado para mi nacimiento era lo que reglamentariamente usaría una niña: ropa color rosa, muñecas y más.

Y ahora me pregunto, o no, más bien lo afirmo: “Mi madre fue quien desde su vientre puso en mí el ser mujer”, en alma, porque para desilusión, principalmente de ella, nací varón. Sí, nací varón hace 52 años en Alamor, y a los dos meses mi familia decidió venir a vivir en Loja. El nombre que mis padres me pusieron es Luis y el que yo posteriormente elegí y con el que hasta ahora me he dado a conocer al ser un transexual es Franchesca, soy Franchesca Jara y esta es mi historia:

 

Según un estudio realizado por el neurobiólogo Dick Swaab de la universidad de Ámsterdam, ser homo o hetero no solo es cuestión de química sino que también se debe a la reacción de rechazo de la madre que durante el embarazo desarrolla anticuerpos contra las sustancias masculinas que el bebé libera en el útero, reacción que va en aumento con cada embarazo de un varón. En los niños la probabilidad de homosexualidad aumenta con el número de hermanos mayores, hasta un 30% por cada hermano. El estrés provoca que las embarazadas sean más propensas a tener hijos homosexuales de ambos sexos, debido a que la hormona del estrés, el cortisol de la madre inhibe la producción de hormonas sexuales en el feto.

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Franchesca a los tres años de edad. Su madre siempre la peinaba.

El tiempo transcurría y a los tres años mi madre intentaba poder hacerme un peinado de niña, pero tranquilos solo eso, porque de a poco empezó a aceptar la realidad. Su ilusión de que yo fuera una niña se empezó a desvanecer, tanto que de golpe aceptó que era un varón; hasta ahí todo suena normal nuevamente, pero no. Ya estando en la escuela, IV Centenario, y como les decía en un inicio, algo en mí no estaba “bien”, pero ni siquiera fui yo quien lo notó, tampoco mi madre; sino, un maestro, sí, un profesor que tenía en la escuela cierto día dijo que deseaba hablar con mi mamá, una vez realizada tal reunión le recomendó”: “debe llevarlo donde un psicólogo a buscar ayuda, porque sus comportamientos y maneras de ser no son normales”.

Mientras otras personas tardan tanto en decidirse a mostrar su orientación sexual o hay unos que prefieren nunca hacerlo, yo, a los 7 años ya estaba siendo recomendada ir a un especialista que me pudiera ayudar con el “problema” o el que desde siempre lo han considerado problema, por no decir “enfermedad” ser un LGBTI.

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Franchesca a la izquierda, junto a dos de sus cuatro hermanos.

 

LGBTI: Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales.
Orientación sexual: hace referencia a las personas que manifiestan su atracción afectiva, erótica y sexual por alguien de su mismo sexo, de distinto sexo o ambos sexos.
Identidad de Género: proceso de construcción de la masculinidad y feminidad que se expresa en los cuerpos de las personas independientemente del sexo biológico del nacimiento.

La situación no era fácil, mi madre se enteró y ella que tanto había deseado una niña, no lo pudo asimilar con facilidad. Entre ella ignorar la realidad y hacer como si yo fuera como cualquier chico y yo entre fingir serlo, culminé la primaria y pase a estudiar el colegio en el Técnico “Daniel Álvarez Burneo”. Los problemas no quedaron allí, de hecho, empezaron a crecer; no me encontraba en el tiempo actual donde de alguna manera el rechazo sigue presente, pero no en la elevada cantidad de antes, entonces la lucha recién iniciaba, ¿por qué?, porque nunca tuve deseos de fingir ser alguien que no era, ser alguien de un sexo con el que ni elegí nacer, entonces todos notaban que era ‘amanerado’ y las palabras como “mariquita”, “gay”, “marica”… nunca faltaron en mi época colegial; claro, también hubo gente buena.

Según un informe del INEC, en el 2013: “del total de la población LGBTI entrevistada, el 70,9% reportó que vivió alguna experiencia de discriminación, en su entorno familiar, de los cuales el 72,1% sufrió algún tipo de imposición, el 65, 9% sufrió rechazo y el 61,4% violencia”

En el año 2015, en el Ecuador empezaron a funcionar ilegalmente clínicas de deshomosexualización. Los padres pensaban que podían curarlos sin pensar que científicamente “la homosexualidad no es una enfermedad”. 

Pero qué más da, si cuando en tu casa tienes el mayor rechazo que puedes esperar de la sociedad, aunque me dolía todo aquello importancia no le daba. Lo que sí era duro para mí fue la indiferencia de papá, pues desde que se enteró de mi situación, hizo lo posible e imposible porque yo me mantuviera con mis condiciones de género de nacimiento, hombre.

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Franchesca con su papá el día de su graduación como bachiller.

Él quería ayudarme, sí, claro que quería, pero a su manera, de una manera que no tendría los mejores resultados.  Mi padre me hacía inyectar hormonas masculinas, pero lo único que cambió en mí, fue el físico, comenzó a aparecer mucha barba y vellos, pero mi deseo de ser mujer seguía igual, es decir, en mi mente nada cambió; entonces, al ver la lucha constante de mi padre por no aceptar mi condición, lo que le sugerí fue “me deberías cambiar el cerebro, para que tu deseo pueda funcionar”.

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En sus inicios de cambio de apariencia.

Y así, a pesar de todo el esfuerzo de mis padres fui obteniendo buenos resultados, no en todos los aspectos, pero al menos sí en el ámbito estudiantil y entre una cosa y otra me encontraba culminando la etapa secundaria. El día de mi graduación lucía como todo un hombre, barba y corte de cabello varonil, no solo porque así lo quisieran mis padres, sino también porque yo, de algún modo, trataba de comprenderlos y no quería que pasaran vergüenza por mí, pero por dentro yo tenía muy claro lo que deseaba ser o lo que ya era (desde el ámbito del sexo y género), y nadie me lo podía impedir. Sabía con mucha claridad qué es lo que quería que de a poco fui tomando más seguridad en mí y tome una nueva decisión, dejar crecer mi cabello. Cuando estaba cursando la universidad mi cabello estaba largo, pero no lo podía lucir como cualquier otra chica; me lo recogía para ingresar a clases y me lo soltaba para regresar a casa, lo hacía para “evitar” molestias, pero no del todo  lo podía conseguir, ya que al subirme al bus de retorno al hogar, la persona que cobraba el pasaje pensaba que era mujer y era amable, pero al fijarse bien, enseguida me soltaba alguna grosería.

 

Lo sodomía (debido a que la palabra homosexualidad aún no existía) en la edad media (siglo xx) era castigada de la peor forma, se castraba públicamente al homosexual para luego ser colgado de los pulgares hasta su fallecimiento.

A partir del año 1997 esto dio un giro que conjuntamente con la Constitución del 2008. La Carta Magna establece varios artículos relacionados a la no discriminación de la comunidad LGBTI, donde se resalta el art. 11 numeral 2 de la Constitución del Ecuador: “Todas las personas son iguales y gozarán de los mismos derechos, deberes y oportunidades. Nadie podrá ser discriminado por razones de etnia (…) identidad de género, identidad cultural, orientación sexual; ni por cualquier otra distinción, personal o colectiva, temporal o permanente, que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos. La ley sancionará toda forma de discriminación.

Tendría muchas experiencias más por contarles sobre la sociedad, hacia los “Gays” como yo; pero les comparto algunas generales, pero concretas a la vez. Mientras solía pasar por alguna iglesia, nunca faltó una persona que no deseara persignarse o peor aún hasta agua bendita me echaron una vez.

En mi vida no han faltado las malas experiencias como en la de cualquier otra persona y algunos podrían decir que yo misma lo elegí así, pero ¿hallan justo que el resto se escandalice, sin que antes le hayas hecho nada malo, solo porque es homofóbico? Yo digo que no.

Así, el tiempo volaba y yo que pensaba nunca escalar los entonces módulos universitarios, ya me encontraba a un año de graduarme de veterinario, en la ‘Nacional’, pero estando ya en el octavo ciclo, me retiré; no fue por culpa de mis compañeros, de mis maestros o el resto de la sociedad, fue por mi madre, se enfermó de cáncer y ella que con el paso de los años empezó ya a ver en mí su única hija mujer tuvo mis cuidados hasta el último día de su vida en el que las palabras finales que me susurró fueron: “cuídate y desde donde quiera que esté yo también te cuidaré”.

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Franchesca a la derecha, en Loja, en una fiesta con amigas de la comunidad LGBTI.

A raíz de su muerte muchas cosas cambiaron, entre ellas mi manera de vestir y de llamarme. El nombre, Luis, que por veintitantos años me había acompañado, y que hasta ahora por situaciones personales consta aún en mi cédula, cambió por Franchesca ¿cómo lo elegí? Yo era fans número uno de Raquel Welcth, quién en una película de magia, que tanto me gustó, protagonizó a una mujer llamada Franchesca (Francesca),  entonces empecé a usar ese nombre tanto que mis amigos se acostumbraron y finalmente todos terminaron llamándome así.

En lo que respecta a la cédula de ciudadanía ecuatoriana, la Asamblea Nacional (2015) aprueba que: “En cuanto al género, se establece el derecho de las personas a auto identificarse, es decir que las personas puedan auto determinar su género que les sea posible sustituir el campo sexo por el de género, pero una vez cumplida la mayoría de edad”.

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En su estadía en países europeos: España y Holanda.

Otra cosa que también cambié fue mi lugar de residencia. A los 26 años me fui a vivir en Europa. Visité países como Holanda, Bélgica, Dinamarca, Francia y principalmente España, que fue donde mayor tiempo viví. Mi idea de ir allá fue principalmente por mi propio bienestar y diría que no me confundí, porque el rechazo a los LGBTI parece no existir o no en la misma cantidad que había en ese entonces acá. Otra de las cosas que gané al alejarme de Loja, en elevado porcentaje, es el cariño de mis parientes; suelen decir que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierden y aunque ellos no me perdieron quizá al verme en la lejanía, solo por fotos, en un lugar que no era el mío les dio tiempo de meditar y ya cuando regresé, todos: tíos (as), primos (as), hermanos me aceptaron con gran facilidad. Solo hay una prima que aunque ya no me ve como alguien raro y que de hecho me llevo mucho, me sigue diciendo que cuando va a la iglesia es para rezar porque yo cambié mi preferencia sexual.

Ah cierto, olvidaba algo más, antes de irme a Europa, también cambié mis pechos de siempre por unos que empezaran a hacer notar que soy mujer y esa es la única cirugía que básicamente tengo y entre otro de los cambios físicos que me hice fue cuando estaba en España me inyecté un poco de silicón en mis glúteos, algo que hoy por hoy me está costando una gran molestia en mi pierna al punto que he ido al hospital y no me ha ido tan bien, no por la parte de mi salud, eso lo paso controlando, sino porque en uno de mis chequeos una doctora sacó un rosario de un cajón y en vez de querer revisar mi pierna me dijo que “debo buscar a Dios y que quizá así pueda mejorar”.

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En España participando del desfile del orgullo gay.

Viajar es una de las experiencias más lindas que alguien puede tener y más que disfrutar el haberme ido, fue aprender; en cada lugar siempre hay algo bueno que ofrecer a otros y una de las vivencias más maravillosas que Europa me ofreció a mí, fue la oportunidad de formar parte del desfile del orgullo gay.

El origen de esta celebración (desfile orgullo gay) no es europeo, se remonta al 28 de junio de 1969, en Estados Unidos, cuando tuvieron lugares los conocidos disturbio de Stonewall (New York) que marcaron el inicio de la lucha por los derechos de los homosexuales.

Entonces, ya cuando había vuelto acá la idea de querer hacer ese desfile también en Loja se metió en mi cabeza y ya podrán notar que no me lo pude sacar, y digo ya podrán notar porque con el paso de los años son cada vez más las personas que deciden formar parte de esto y más medios los que cubren y hablan del evento, por lo que es más gente la que se entera.

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En una fiesta en España junto a un amigo venezolano.

Lograr eso no fue muy fácil para mí, la vez que lo propuse estaba en la alcaldía de Loja el Sr. Jorge Bailón; quien, sin desprecio, pero sin mayor entusiasmo me dijo: “no podría permitir eso, la gente se escandalizaría y lo tomaría a mal”, pero no me di por vencida, insistí hasta que su respuesta fuera afirmativa y entonces desde el 2010 el desfile del orgullo gay también se da en esta ciudad.

Mi apoyo por la comunidad no paró ahí, más bien recién empezaba, en la actualidad soy una activista de los derechos de los LGBTI y gracias al apoyo de varias personas he conseguido algunos logros entre los que destaco, sin mayor presunción, el haber conseguido la donación de una casa en Vilcabamba para las personas infectadas con VIH, siendo una de las mejores del país.

En la actualidad me encuentro luchando por la inserción laboral de nosotros. Muchos piensan que solo servimos para tener peluquerías, pero eso no es así, hemos encontrado en esta ocupación una manera de tener un trabajo propio y digno ya que no es fácil ir a pedir un trabajo, pues ni en el sector público o privado te lo brindarían o al menos hasta el momento eso no ha ocurrido acá. Es por eso que hay muchas personas que prefieren no contar sobre su preferencia sexual porque no desean ser rechazados ni marginados del trabajo en el que se encuentran, pues conozco LGBTI de todas las condiciones y clases sociales.

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Franchesca en su peluquería terminando de contar su historia.

Como alguien más de la mayoría de la comunidad, me encuentro en estos momentos en mi peluquería contándoles lo que más recuerdo de mis memorias de hace 52 años atrás y otras muy recientes como la muerte de mi hermano (al cual lo mataron y significó uno de los sucesos más trágicos para mi vida), a tres estudiantes que se interesaron por mi historia que de maravillosa no tiene mucho, pero trágica tampoco es. Sin más me despido diciéndoles a todos: “primero confíen en sí mismos, luego en su familia y cuídense, cuídense mucho”.

 

Crónica realizada por:

Gabriela Camacho
María José Flores
Lizbeth Tene

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